EL CINTURÓN ROJO       
Narrado por 30 de sus protagonistas
Autor: LUIS CAMPO VIDAL

Trata sobre la lucha del movimiento obrero, sindical, vecinal y cultural durante la última etapa del franquismo en el Cinturón Industrial de Barcelona, concretamente en el Baix Llobregat.

Está basado en entrevistas realizadas a algunas de las personas que protagonizaron esas luchas y fueron la base para producir el documental EL CINTURÓN ROJO, dirigido por Luis Campo Vidal e impulsado por la FUNDACIÒ UTOPÍA JUAN GARCÍA NIETO.

Estudia el periodo que transcurre desde el año 1970 hasta junio de 1977, fecha en que se celebraron las primeras elecciones generales democráticas en España.

Lluis Bassets. Director de EL PAÍS CATALUNYA

 "Sin los combates sindicales y ciudadanos del Baix Llobregat, con sus impresionantes huelgas obreras en los últimos años del franquismo, no pueden entenderse la transición democrática española ni la recuperación de la autonomía de Cataluña. La contribución del Baix a la revuelta antifranquista y a la configuración de mayorías electorales de izquierdas en Cataluña es el plus decisivo que explica la legalización del PCE o la recuperación de la institución republicana del autogobierno catalán, la Generalitat de Catalunya, en la persona de Josep Tarradellas, ideada para frenar el ímpetu de la izquierda. De ahí que el Baix, y Cornellà dentro del Baix, sean históricamente el corazón del corazón de la Cataluña democrática y de izquierdas, algo que merece el esfuerzo de reconocimiento y de memoria".

 Manuel Campo Vidal. Presidente de la Academia de las Artes y las Ciencias de la Televisión. 

"Comparto el lúcido análisis de Lluis Bassets que proyecta la gran importancia de este libro y del documental de Luis Campo que le precedió. Ante la tentación actual de reescribir la historia interesadamente, es fundamental que sus auténticos protagonistas ofrezcan su testimonio directo, sin adulteraciones. De ahí el gran valor de este trabajo imprescindible".

Email: luis@universal-tv.net




"El cinturón rojo"

El libro de Luis Campo Vidal, narra la historia del Baix Llobregat a través de los testimonios de 30 de sus protagonistas, enfocándose en las luchas sindicales y ciudadanas que marcaron la transición democrática en España y la recuperación de la autonomía de Cataluña.

 Lluís Bassets, director de EL PAÍS CATALUNYA, destaca que sin los combates sindicales y ciudadanos del Baix Llobregat durante el franquismo, no se entenderían la transición ni la autonomía catalana. Considera la contribución del Baix decisiva para la legalización del PCE y la recuperación de la Generalitat. Bassets afirma que el Baix, y Cornellà en particular, son históricamente el corazón de la Cataluña democrática y de izquierdas.

 Manuel Campo Vidal, presidente de la Academia de las Ciencias y las Artes de la Televisión, comparte el análisis de Bassets y subraya la importancia de los testimonios directos de los protagonistas frente a la "tentación actual de reescribir la historia interesadamente".

 Ignasi Riera, exdiputado al Parlament de Catalunya, resalta cómo aquellas luchas ayudaron a unir a personas de diferentes orígenes y sensibilidades en un proyecto de dignificación colectiva. Recuerda la respuesta de un andaluz detenido: "es catalán quien, cuando se levanta de la cama, se da cuenta de que tiene los pies en Cataluña, de que lucha aquí por los suyos, y con los suyos".

 Francesc Castellana, presidente de la Fundació Utopia Joan García Nieto, describe la transformación radical que vivió el Baix Llobregat en tan solo veinte años, pasando de ser la huerta de Barcelona a una reserva industrial, experimentando un crecimiento demográfico exponencia. Castellana señala que gracias a la lucha de muchas personas, el Baix Llobregat se convirtió en un "continuo urbano" más equilibrado socialmente.

La inmigración fue un factor clave en esta transformación, con un crecimiento de la población del 500% entre 1950 y 1980 debido a la instalación de industrias por su proximidad a Barcelona y el bajo precio del suelo. Conxita Sánchez recuerda su llegada desde Sevilla a Sant Joan Despí en 1971 como un contraste oscuro y en construcción con su tierra natal. Tuvo dificultades para encontrar trabajo y experimentó las duras condiciones laborales de la época. Emilio García describe su llegada a la "Cornellà de la Satélite" como un "desastre urbanístico" con calles de barro y la falta de servicios básicos. Pepe Martínez narra su llegada en 1967 a una zona que hoy es la plaza de Catalunya, entonces un campo de algarrobos, y cómo inmediatamente empezó a trabajar debido a la necesidad. Frederic Prieto enfatiza la multiplicación por siete u ocho de la población de Cornellà en quince años, principalmente por inmigración de Andalucía, Extremadura y otras regiones, algo que considera "no era asumible".

Las condiciones de vida eran difíciles. Carmen Romero describe viviendas hacinadas y escuelas precarias. Ramón Rull recuerda la sociedad de finales de los 60 y 70 como "gris, pesada, trista, molt trista" y la reacción de la juventud buscando un futuro mejor.

 La juventud jugó un papel importante, con una "curiosidad intelectual" y una sensibilidad hacia las injusticias. Jaume Funes menciona la realización de encuestas entre jóvenes en los años 68-70 para estudiar su conciencia obrera, lo que generó un gran movimiento y culminó en el libro "Juventud y Conciencia de Clase". Antonia Castellana recuerda cómo la juventud de su entorno comenzó a reunirse y tomar conciencia política a partir de eventos como el Mayo francés. Para Carmen Romero, la rebeldía adolescente y la participación en la encuesta juvenil la llevaron a desarrollar una "conciencia social" y un "compromiso social".

 Las mujeres también fueron protagonistas, aunque con menor visibilidad inicia. Maria Comellas describe una "inquietud social" y una "rebel·lió contra les injustícies" como su principal motivación, experimentando la represión incluso dentro de la familia. Conxita Sánchez relata la discriminación laboral que sufrió por ser mujer, donde se les negaba la capacidad de pensar en su trabajo.

En el barrio de Almeda, Ramón Rull describe carencias de todo tipo, con calles sin urbanizar, falta de equipamientos y problemas de contaminación industrial. Dos grandes problemas que amenazaron su existencia fueron el Pla Parcial y las inundaciones de 1971.

 El transporte público era precario, con personas viajando de forma peligrosa en vehículos. La construcción de barrios como Sant Ildefons respondió a la necesidad de vivienda para la inmigración, pero también favoreció "grandes negocios" con viviendas de baja calidad y falta de equipamientos. En San Cosme, Conchita Castell describe las deficientes condiciones de las viviendas a las que fueron trasladados desde barracas, lo que generó la lucha vecinal. Jordi Izquierdo señala la frustración de pasar de unas barracas a otras en peores condiciones, lo que unió a los vecinos en la lucha.

 La inundación de 1971 tuvo un impacto significativo, llevando a muchos a tomar conciencia y participar en movimientos. Pere Caldes recuerda ayudar a los vecinos de Almeda a limpiar el barro. Joan Romagosa describe cómo el barro llegó incluso a las cajas fuertes de los bancos. Ante la falta de respuesta de las autoridades, surgió la idea de que "si no venen les autoritats a solucionar els problemes... doncs ho fem la gent".

 La lucha por la canalización del Llobregat fue larga y persistente. Ramon Rull explica cómo, a pesar de estar anunciada desde tiempos de Isabel II, el proyecto se detuvo por intereses económicos ligados al puerto de Barcelona y la Zona Franca3. "El Manifest dels 22" de 1975, firmado por diversas personalidades de Cornellà, reclamaba la canalización y ayuntamientos democráticos. Esta movilización se mantuvo gracias a un trasfondo ideológico y político que buscaba un cambio social y la recuperación de libertades. Las "Comisiones de Barrios", una organización clandestina con personas vinculadas a partidos de izquierda, jugaron un papel clave en la coordinación de las reivindicaciones.

 La censura del Régimen generó una grieta por donde se colaron los corresponsales de prensa, muchos de ellos jóvenes que habían empezado a escribir en la revista EL PENSAMIENTO de Cornellà. Manuel Campo Vidal explica que la posibilidad de ser periodista les dio muchos contactos y legitimidad al movimiento. Jaume Funes describe cómo intentaban "enganyar al censor" para publicar elementos de malestar social. José Luis Atienza subraya la importancia de las corresponsalías para crear conciencia y cómo su primera actividad estuvo relacionada con un caso de triquinosis politizado.

 Las condiciones de trabajo eran duras, con largas jornadas para obtener un salario suficiente. Carles Blasco señala que la gente trabajaba diez o doce horas al día, incluso los sábados. Paco Arias tuvo que destruir su cartilla de la seguridad social para ser contratado en PIRELLI-MOLTEX. Emilio García encontró trabajo fácilmente pero las condiciones en los talleres eran peores que en las empresas. Ignasi Riera cita la frase "Del obrero como del cerdo se aprovecha todo" para ilustrar la explotación. Simón Ròdenas describe el alto absentismo laboral en LAFORSA debido a las duras condiciones de las naves. La sirena de SIEMENS marcaba el horario y las huelgas, como la de 1962, generaban conciencia. Muchos jóvenes decidieron trabajar en las fábricas para organizarse.

 La represión y las manifestaciones fueron constantes. Pere Caldes relata su participación en la ocupación del rectorado de la Universidad de Barcelona en 1969 y la represión posterior, lo que lo llevó a la clandestinidad y a contactar con las Comisiones Obreras en Cornellà. Benigno Martínez recuerda la primera manifestación del Primero de Mayo en Cornellà en 1968, duramente reprimida pero que generó euforia. Manuel Vaquerizo describe una manifestación a principios de los 70 frente al Sindicato Vertical. José Luis Atienza menciona la detención y paliza a El Plata en 1976. Antonio García narra su propia detención tras una asamblea y el interrogatorio posterior. Ramón Rull cree que el miedo era lo que sostenía el Régimen, pero que también afectaba a sus propios partidarios. Antonia Castellana recuerda un registro en su casa tras el asesinato de Carrero Blanco. Muchos sufrieron detenciones y malos tratos por parte de la policía.

 La huelga de ELSA fue un evento importante que se hizo visible en la calle, convirtiéndose en un fenómeno ciudadano. Los trabajadores con sus uniformes azules generaban simpatía y se creó una caja de resistencia para apoyarlos. Esta huelga, junto con la de SOLVAY, desembocó en una huelga general en la comarca en 1974. Manuel Moreno recuerda la alegría de ver una manifestación en Martorell por primera vez en décadas. Para finalizar la huelga de SOLVAY, se encerraron en Montserrat. En la Huelga General, hubo detenciones, pero algunos tuvieron suerte en los juzgados.

 La huelga de LAFORSA también fue significativa, fomentando la solidaridad. Simón Ròdenas destaca figuras como Ramón Rulo y Esteban Cerdán en estas luchas.

La unidad de los trabajadores se logró gracias al respeto a los discrepantes y a una organización disciplinada. La solidaridad fue fundamental, extendiéndose a otros barrios y fábricas. El papel de los capellanes y las parroquias fue extraordinario, ofreciendo lugares de reunión y apoyo. Se utilizaron diversas estrategias, tanto legales como ilegales, para visibilizar las luchas62.

 El movimiento de Cristianos por el Socialismo jugó un papel importante en la defensa de los más débiles. Ignasi Riera señala cómo el Procés de Burgos unió a los creyentes en la lucha por la democracia. Manuel Campo Vidal recuerda cómo la Semana Cultural de Cornellà y la figura de Juan García Nieto fueron determinantes para la juventud. En el tándem García Nieto–Comín, se complementaban la visión obrerista y la intelectual. Manuel Moreno recuerda las clases clandestinas de sindicalismo que impartía García Nieto. Paco Arias relata cómo la HOAC se disolvió para integrarse en el movimiento obrero. Benigno Martínez describe a García Nieto como el "cura comunista" y su influencia en la lucha por la justicia. Antonia Castellana explica cómo Cristianos por el Socialismo y las comunidades de base ofrecieron un "paraigües democràtic" y cómo encontraron en García Nieto una forma de vehiculizar su fe a través del compromiso político.

 Los movimientos culturales también fueron cruciales como vehículos de educación democrática. Ramón Rull aclara que el Centre Social Almeda no era político en sí, pero las personas que lo gestionaban sí lo eran. Ignasi Riera destaca el barrio de Almeda como el centro neurálgico de la lucha vecinal inicial. Rafael Ginés menciona las actividades culturales del Casino. El PATRONAT fue un lugar de encuentro fundamental. El Congrés de Cultura Catalana de 1974 y 1975 aglutinó el catalanismo y lo incorporó a las reivindicaciones. Ignasi Riera subraya cómo el acto de clausura del Congrés en Cornellà demostró la unión entre el movimiento obrero y la cultura.

 El miedo fue una constante, pero también la fidelidad a valores como la solidaridad, el compañerismo y el compromiso. Muchos recuerdan haber pasado miedo personal y por sus compañeros. Sin embargo, también había una cierta "inconsciencia" juvenil. Para muchos, como Rafael Ginés, fue una "gran aventura" impregnada de valores. Silvia Cano destaca la honestidad y responsabilidad transmitidas por su padre. Joan Romagosa enfatiza las ganas de conseguir una sociedad mejor. Antonia Castellana cree que su seriedad y esfuerzo generaron un "liderazgo colectivo" y se siente orgullosa de ser parte del "Cinturó Roig". Muchos conservan las amistades de aquella época. Para Manuel Vaquerizo, fue la mejor escuela. Joan Romagosa afirma que la lucha del Baix Llobregat afectó a todo el Estado. Conxita Sánchez destaca los referentes que les hicieron crecer y los lazos inquebrantables que se crearon. Manuel Campo Vidal resume el Baix Llobregat como el territorio donde se ejemplificaron los movimientos obreros, urbanos y democráticos. Pepe Botella señala que el movimiento obrero del Baix Llobregat se construyó al mismo tiempo que la propia comarca.

 El libro finaliza con una cronología de eventos relevantes y una nota del autor que destaca la intención de entender los valores que movieron a tantas personas a luchar contra la dictadura, valores que siguen siendo relevantes en la actualidad. Se rinde homenaje a aquellos que ya no están, pero cuyas contribuciones fueron fundamentales. La campaña "Mil Flores para Almeda" en 1977 ejemplifica el acercamiento del PSUC a la ciudadanía antes de su legalización.

Andrés Sánchez Vega