El libro de Luis Campo Vidal, narra la historia del Baix Llobregat a través de
los testimonios de 30 de sus protagonistas, enfocándose en las luchas
sindicales y ciudadanas que marcaron la transición democrática en España y la
recuperación de la autonomía de Cataluña.
Lluís
Bassets, director
de EL PAÍS CATALUNYA, destaca que sin los combates sindicales y ciudadanos
del Baix Llobregat durante el franquismo, no se entenderían la transición ni la
autonomía catalana. Considera la contribución del Baix decisiva para la
legalización del PCE y la recuperación de la Generalitat. Bassets afirma que el
Baix, y Cornellà en particular, son históricamente el corazón de la Cataluña
democrática y de izquierdas.
Manuel Campo
Vidal, presidente
de la Academia de las Ciencias y las Artes de la Televisión, comparte el
análisis de Bassets y subraya la importancia de los testimonios directos de
los protagonistas frente a la "tentación actual de reescribir la historia
interesadamente".
Ignasi Riera, exdiputado al Parlament de
Catalunya, resalta cómo aquellas luchas ayudaron a unir a personas de
diferentes orígenes y sensibilidades en un proyecto de dignificación colectiva.
Recuerda la respuesta de un andaluz detenido: "es catalán quien, cuando se
levanta de la cama, se da cuenta de que tiene los pies en Cataluña, de que
lucha aquí por los suyos, y con los suyos".
Francesc
Castellana, presidente
de la Fundació Utopia Joan García Nieto, describe la transformación radical
que vivió el Baix Llobregat en tan solo veinte años, pasando de ser la huerta
de Barcelona a una reserva industrial, experimentando un crecimiento
demográfico exponencia. Castellana señala que gracias a la lucha de muchas
personas, el Baix Llobregat se convirtió en un "continuo urbano" más
equilibrado socialmente.
La inmigración
fue un factor clave en esta transformación, con un crecimiento de la población
del 500% entre 1950 y 1980 debido a la instalación de industrias por su
proximidad a Barcelona y el bajo precio del suelo. Conxita Sánchez
recuerda su llegada desde Sevilla a Sant Joan Despí en 1971 como un contraste
oscuro y en construcción con su tierra natal. Tuvo dificultades para encontrar
trabajo y experimentó las duras condiciones laborales de la época. Emilio
García describe su llegada a la "Cornellà de la Satélite" como un
"desastre urbanístico" con calles de barro y la falta de servicios
básicos. Pepe Martínez narra su llegada en 1967 a una zona que hoy es la
plaza de Catalunya, entonces un campo de algarrobos, y cómo inmediatamente
empezó a trabajar debido a la necesidad. Frederic Prieto enfatiza la
multiplicación por siete u ocho de la población de Cornellà en quince años,
principalmente por inmigración de Andalucía, Extremadura y otras regiones, algo
que considera "no era asumible".
Las condiciones
de vida eran difíciles. Carmen Romero describe viviendas hacinadas y
escuelas precarias. Ramón Rull recuerda la sociedad de finales de los 60
y 70 como "gris, pesada, trista, molt trista" y la reacción de la
juventud buscando un futuro mejor.
La juventud
jugó un papel importante, con una "curiosidad intelectual" y una
sensibilidad hacia las injusticias. Jaume Funes menciona la realización
de encuestas entre jóvenes en los años 68-70 para estudiar su conciencia
obrera, lo que generó un gran movimiento y culminó en el libro "Juventud y
Conciencia de Clase". Antonia Castellana recuerda cómo la juventud
de su entorno comenzó a reunirse y tomar conciencia política a partir de
eventos como el Mayo francés. Para Carmen Romero, la rebeldía
adolescente y la participación en la encuesta juvenil la llevaron a desarrollar
una "conciencia social" y un "compromiso social".
Las mujeres
también fueron protagonistas, aunque con menor visibilidad inicia. Maria
Comellas describe una "inquietud social" y una "rebel·lió
contra les injustícies" como su principal motivación, experimentando la
represión incluso dentro de la familia. Conxita Sánchez relata la
discriminación laboral que sufrió por ser mujer, donde se les negaba la capacidad
de pensar en su trabajo.
En el barrio
de Almeda, Ramón Rull describe carencias de todo tipo, con calles
sin urbanizar, falta de equipamientos y problemas de contaminación industrial.
Dos grandes problemas que amenazaron su existencia fueron el Pla Parcial y las
inundaciones de 1971.
El transporte
público era precario, con personas viajando de forma peligrosa en vehículos.
La construcción de barrios como Sant Ildefons respondió a la necesidad
de vivienda para la inmigración, pero también favoreció "grandes
negocios" con viviendas de baja calidad y falta de equipamientos. En San
Cosme, Conchita Castell describe las deficientes condiciones de las
viviendas a las que fueron trasladados desde barracas, lo que generó la lucha
vecinal. Jordi Izquierdo señala la frustración de pasar de unas barracas
a otras en peores condiciones, lo que unió a los vecinos en la lucha.
La inundación
de 1971 tuvo un impacto significativo, llevando a muchos a tomar conciencia
y participar en movimientos. Pere Caldes recuerda ayudar a los vecinos
de Almeda a limpiar el barro. Joan Romagosa describe cómo el barro llegó
incluso a las cajas fuertes de los bancos. Ante la falta de respuesta de las
autoridades, surgió la idea de que "si no venen les autoritats a
solucionar els problemes... doncs ho fem la gent".
La lucha por
la canalización del Llobregat fue larga y persistente. Ramon Rull
explica cómo, a pesar de estar anunciada desde tiempos de Isabel II, el
proyecto se detuvo por intereses económicos ligados al puerto de Barcelona y la
Zona Franca3. "El Manifest dels 22" de 1975, firmado por diversas
personalidades de Cornellà, reclamaba la canalización y ayuntamientos
democráticos. Esta movilización se mantuvo gracias a un trasfondo ideológico
y político que buscaba un cambio social y la recuperación de libertades.
Las "Comisiones de Barrios", una organización clandestina con
personas vinculadas a partidos de izquierda, jugaron un papel clave en la
coordinación de las reivindicaciones.
La censura
del Régimen generó una grieta por donde se colaron los corresponsales de
prensa, muchos de ellos jóvenes que habían empezado a escribir en la
revista EL PENSAMIENTO de Cornellà. Manuel Campo Vidal explica que la
posibilidad de ser periodista les dio muchos contactos y legitimidad al
movimiento. Jaume Funes describe cómo intentaban "enganyar al
censor" para publicar elementos de malestar social. José Luis Atienza
subraya la importancia de las corresponsalías para crear conciencia y cómo su
primera actividad estuvo relacionada con un caso de triquinosis politizado.
Las condiciones
de trabajo eran duras, con largas jornadas para obtener un salario
suficiente. Carles Blasco señala que la gente trabajaba diez o doce horas
al día, incluso los sábados. Paco Arias tuvo que destruir su cartilla de
la seguridad social para ser contratado en PIRELLI-MOLTEX. Emilio García
encontró trabajo fácilmente pero las condiciones en los talleres eran peores
que en las empresas. Ignasi Riera cita la frase "Del obrero como
del cerdo se aprovecha todo" para ilustrar la explotación. Simón
Ròdenas describe el alto absentismo laboral en LAFORSA debido a las duras condiciones
de las naves. La sirena de SIEMENS marcaba el horario y las huelgas, como la de
1962, generaban conciencia. Muchos jóvenes decidieron trabajar en las fábricas
para organizarse.
La represión
y las manifestaciones fueron constantes. Pere Caldes relata su
participación en la ocupación del rectorado de la Universidad de Barcelona en
1969 y la represión posterior, lo que lo llevó a la clandestinidad y a
contactar con las Comisiones Obreras en Cornellà. Benigno Martínez
recuerda la primera manifestación del Primero de Mayo en Cornellà en 1968,
duramente reprimida pero que generó euforia. Manuel Vaquerizo describe
una manifestación a principios de los 70 frente al Sindicato Vertical. José
Luis Atienza menciona la detención y paliza a El Plata en 1976. Antonio
García narra su propia detención tras una asamblea y el interrogatorio posterior.
Ramón Rull cree que el miedo era lo que sostenía el Régimen, pero
que también afectaba a sus propios partidarios. Antonia Castellana
recuerda un registro en su casa tras el asesinato de Carrero Blanco. Muchos
sufrieron detenciones y malos tratos por parte de la policía.
La huelga
de ELSA fue un evento importante que se hizo visible en la calle,
convirtiéndose en un fenómeno ciudadano. Los trabajadores con sus uniformes
azules generaban simpatía y se creó una caja de resistencia para apoyarlos.
Esta huelga, junto con la de SOLVAY, desembocó en una huelga general en
la comarca en 1974. Manuel Moreno recuerda la alegría de ver una
manifestación en Martorell por primera vez en décadas. Para finalizar la huelga
de SOLVAY, se encerraron en Montserrat. En la Huelga General, hubo detenciones,
pero algunos tuvieron suerte en los juzgados.
La huelga
de LAFORSA también fue significativa, fomentando la solidaridad. Simón
Ròdenas destaca figuras como Ramón Rulo y Esteban Cerdán en estas luchas.
La unidad
de los trabajadores se logró gracias al respeto a los discrepantes y a una
organización disciplinada. La solidaridad fue fundamental, extendiéndose
a otros barrios y fábricas. El papel de los capellanes y las parroquias
fue extraordinario, ofreciendo lugares de reunión y apoyo. Se utilizaron
diversas estrategias, tanto legales como ilegales, para visibilizar las
luchas62.
El
movimiento de Cristianos por el Socialismo jugó un papel importante en
la defensa de los más débiles. Ignasi Riera señala cómo el Procés de
Burgos unió a los creyentes en la lucha por la democracia. Manuel Campo
Vidal recuerda cómo la Semana Cultural de Cornellà y la figura de Juan
García Nieto fueron determinantes para la juventud. En el tándem García
Nieto–Comín, se complementaban la visión obrerista y la intelectual. Manuel
Moreno recuerda las clases clandestinas de sindicalismo que impartía García
Nieto. Paco Arias relata cómo la HOAC se disolvió para integrarse en el
movimiento obrero. Benigno Martínez describe a García Nieto como el
"cura comunista" y su influencia en la lucha por la justicia. Antonia
Castellana explica cómo Cristianos por el Socialismo y las comunidades de
base ofrecieron un "paraigües democràtic" y cómo encontraron en
García Nieto una forma de vehiculizar su fe a través del compromiso político.
Los movimientos
culturales también fueron cruciales como vehículos de educación democrática.
Ramón Rull aclara que el Centre Social Almeda no era político en sí,
pero las personas que lo gestionaban sí lo eran. Ignasi Riera destaca el
barrio de Almeda como el centro neurálgico de la lucha vecinal inicial. Rafael
Ginés menciona las actividades culturales del Casino. El PATRONAT
fue un lugar de encuentro fundamental. El Congrés de Cultura Catalana de
1974 y 1975 aglutinó el catalanismo y lo incorporó a las reivindicaciones. Ignasi
Riera subraya cómo el acto de clausura del Congrés en Cornellà demostró la
unión entre el movimiento obrero y la cultura.
El miedo
fue una constante, pero también la fidelidad a valores como la
solidaridad, el compañerismo y el compromiso. Muchos recuerdan haber pasado
miedo personal y por sus compañeros. Sin embargo, también había una cierta
"inconsciencia" juvenil. Para muchos, como Rafael Ginés, fue
una "gran aventura" impregnada de valores. Silvia Cano destaca
la honestidad y responsabilidad transmitidas por su padre. Joan Romagosa
enfatiza las ganas de conseguir una sociedad mejor. Antonia Castellana
cree que su seriedad y esfuerzo generaron un "liderazgo colectivo" y
se siente orgullosa de ser parte del "Cinturó Roig". Muchos conservan
las amistades de aquella época. Para Manuel Vaquerizo, fue la mejor
escuela. Joan Romagosa afirma que la lucha del Baix Llobregat afectó a
todo el Estado. Conxita Sánchez destaca los referentes que les hicieron
crecer y los lazos inquebrantables que se crearon. Manuel Campo Vidal
resume el Baix Llobregat como el territorio donde se ejemplificaron los
movimientos obreros, urbanos y democráticos. Pepe Botella señala que el
movimiento obrero del Baix Llobregat se construyó al mismo tiempo que la propia
comarca.
El libro
finaliza con una cronología de eventos relevantes y una nota del autor que
destaca la intención de entender los valores que movieron a tantas personas a
luchar contra la dictadura, valores que siguen siendo relevantes en la
actualidad. Se rinde homenaje a aquellos que ya no están, pero cuyas contribuciones
fueron fundamentales. La campaña "Mil Flores para Almeda" en 1977
ejemplifica el acercamiento del PSUC a la ciudadanía antes de su legalización.
Andrés Sánchez Vega