EL DÍA QUE SE CONSOLIDÓ EL CINTURÓN ROJO

El Cinturón Rojo formado alrededor de Barcelona por las comarcas más industriales, consolidó su nombre a principios de julio de 1974. Los conflictos laborales latentes, agravados por el crecimiento de la inmigración, el hacinamiento y las relaciones sindicales y políticas en los momentos de descomposición del franquismo, se concretaron en una huelga general. Las movilizaciones, puntuales primero, se extendieron rápidamente a toda la comarca del Baix Llobregat. Hoy la historia explica ya aquel acontecimiento como pieza clave para el movimiento obrero español reciente.

El descontento de los trabajadores metalúrgicos del Baix Llobregat coincidió con las huelgas de los trabajadores de las empresas Elsa y Solvay.

Este hecho permitió que las zonas norte y sur del Baix Llobregat tuvieran un punto de referencia y una sensibilidad común por el tema. La vieja estructura del sindicalismo vertical sirvió a los dirigentes obreros como marco de la convocatoria.

Los enlaces sindicales del metal, reunidos en asamblea general en los locales de la OSE, convocaron un paro de dos horas en la industria del sector metalúrgico para el 3 de julio. Sin embargo, al día siguiente, reunidos nuevamente en los locales del sindicato vertical, acordaron convocar una huelga general que vinculó las luchas de los trabajadores de Elsa y Solvay. Ese paro se convirtió en huelga general el 4 de julio, al sumarse los trabajadores de los talleres y fábricas pequeñas por requerimiento de los obreros que ya habían parado. El día 5, según el Correo Catalán, el 80% de las empresas de Cornellá estuvieron en paro, junto con los bares y comercios de la ciudad. También pararon los trabajadores de otros municipios del Baix Llobregat como Sant Feliu, Sant Joan Despí, Espulgues y Sant Boi.

El origen de la huelga fue la negociación del convenio colectivo en Elsa y en Solvay. Las direcciones ofrecían aumentos salariales mínimos. En Elsa se proponían, además, unos cambios de turno y de condiciones de trabajo que los trabajadores no aceptaban. Tras unos paros iniciales de protesta, la dirección de Elsa despidió a dos dirigentes: Carles Navales y Pepe Martínez. Estos despidos provocaron reacciones de solidaridad, lo que se tradujo en el despido de la totalidad de los 700 integrantes de la plantilla. En Solvay, en un proceso parecido, los despedidos fueron 64 y el resto de la plantilla fue sancionada.

La convocatoria de huelga general llegó dentro de un proceso en el que confluían la inquietud del movimiento obrero y una creciente concienciación ciudadana en casi toda Cataluña. La popularidad de los trabajadores represaliados, por ejemplo, alcanzó tal punto que la policía intentaba que por la calle se quitaran las batas y monos azules para que no pudieran ser identificados. Para neutralizar esta acción, las trabajadoras y las esposas de los despedidos se colocaban las batas sin ninguna prenda debajo, por lo que, cuentan ahora, "no se atrevían a desnudarnos en medio de la calle".

El movimiento obrero de la comarca tenía además conciencia de que algunos sectores que hasta aquel momento habían sido utilizados por el régimen estaban a favor de la democracia: una parte de la Prensa, una parte de la Iglesia, algunos representantes del sindicato oficial, entre otros, entraron en confluencia con la oposición democrática. A partir del sindicalismo unitario del Baix Llobregat, se fueron creando en todas las localidades de la comarca asambleas democráticas y asociaciones de vecinos coordinadas con la Asamblea de Catalunya, el organismo unitario que en aquel momento coordinaba a toda la oposición.

En los locales del sindicato vertical en el Baix Llobregat, según recuerda uno de los principales dirigentes de aquella huelga, Carles Navales, como resultado del desgaste de la situación y por la infiltración sistemática, "se vivía un sindicalismo casi en libertad, se consolidó el derecho a la huelga, el de reunión y las colectas para cajas de resistencia, y esto dio pie a la creación de la Intersindical".

La huelga duró una semana y finalizó el 10 de julio con la aceptación patronal del convenio comarcal y la aceptación de los empresarios de renegociar con los trabajadores de Elsa y Solvay sus diferencias, manteniéndose los despidos de Navales y Martínez en Elsa. Ambos fueron readmitidos tres años más tarde, cuando se dictó la amnistía laboral.

Cargas policiales contra las numerosas manifestaciones callejeras, encierros de solidaridad en las iglesias, cierres del comercio, inactividad escolar y en gran parte de la industria, caracterizaron aquella huelga vivida en la primera comarca industrial de Cataluña.

La actitud intransigente de la patronal trajo como consecuencia que se perdieran más de dos millones de horas de trabajo y que toda la población se sumase a la huelga con el cierre de 1.000 establecimientos. La huelga terminó con la victoria del movimiento obrero del Baix Llobregat.
Joan Lloret Devesa
Foto: Toni Baños